El temor al pueblo y la cosa de los “ismos”

En el discurso político popular y democrático, es frecuente recargar todo en el pueblo: -es por, para, con y desde el pueblo-. Sin embargo, muchos se hacen la pregunta: ¿a qué pueblo se referirán porque nunca me preguntaron a mí?

Lo cierto es que muchas marcas políticas pecan de tomar un pedazo de lo que es el pueblo y a quienes quizá les daría un infarto si vieran el paisaje completo de lo que verdaderamente representa “El Pueblo” y que, como constitucionalmente se refiere “de él emana la soberanía” en pocas palabras, el poder.

Parte de esa ceguera en algunas personas vagas y en otras, críticas, se debe a los “ismos” que pululan en el discurso y algunos más ingenuos, en la creencia y la conducción de sus decisiones. Son tan fundamentalistas que están a nada de ser sectas fanáticas que tergiversan las corrientes filosóficas, personalísimas o religiosas puras; y la historia nos ha enseñado que, si el que en ese momento tiene el encargo de la toma de decisiones anda cegado por esos “ismos”, la cosa termina verdaderamente mal.

Ejemplos en la historia universal hay muchos: por caer en los más catastróficos, está la guerra de los 30 años (1618 – 1648) en que por un dirigente de un pueblo que se casó con el “catolicismo” ignoró por completo que su pueblo era mayoritariamente protestante y como también había un “calvinismo” arraigado en otros territorios, la cosa fue devastadora llevándose de calle a imperios completos, nadie ganó de esa pelea, bueno, sí, uno, que supo entender por dónde iba la cosa. La guerra fría también fue otra, con las ideologías extremizadas del “capitalismo” y el “marxismo”, aunque unos aluden al triunfo de una de las partes, en realidad, ahí empezó su decadencia. O el “nazismo” que era una forma amorfa combinada del darwinismo y las ideas de Nietzsche, destruyendo pueblos y sectores enteros por el simple hecho de que no cumplían con los estándares “arios” (hasta ahora sigue sin saberse a ¿qué se refería?, si ario es un término hindú sobre la pureza espiritual).

Bueno, así como se critica de un “neoliberalismo” absurdo que parece que todo lo que les huele a Estado, regulación, bienestar y pueblo con necesidades es totalmente rechazado sin si quiera sentarse a escuchar, también hay algo que denominaré de “izquierdismo” extremo mexicano, que parece, combina un “stalinismo” con la frase -el poder no se pide, sino que se toma” del marxismo de la lucha de clases en que ve enemigos según el nivel socioeconómico y recargados en el personaje con la corriente del “o…dorismo” que repite sin analizar lo que se dice, al grado que si por accidente se cae en una piedra (somos seres humanos, a cualquiera le sucede) lo repetirán de la misma forma y hasta harán una tesis de que todo fue un plan maestro de cómo caerse.

Algunos, claro está, solo lo usan en el discurso y el pragmatismo no lo pierden, aplicando el gatopardismo, pero hay otros más que de verdad se sienten los elegidos de traer la gloria en la tierra sin saber realmente lo que están provocando, además, en el peor de los casos, realizan el autoengaño, porque se les olvida o que nunca fueron o dejaron de ser del pueblo de a pie nada más viendo su patrimonio y status; y que las decisiones en campaña o gobernando ni hizo que el dinero ganado con el sudor de la frente rindiera para más, se tuviera agua y mejores servicios público y no terminó con la inseguridad que es el principal problema en este país. Ojo aquí, muchos no entran en esta clasificación a quienes respeto profundamente y sé que con ellas y ellos son el motor del Estado y la sociedad que han impedido que se haya quebrado.

Regresando al punto, quiero dar una dosis de las consecuencias de las decisiones que denomino “post-pandemia” porque ahí empezó el desvío del plan a favor del pueblo:

Aplicar la enmienda stalinista de que “el poder no se pide, sino que se toma” para empezar se dio en una época y lugar donde había ausencia de mecanismos democráticos, y aunque aquí dicen “si el pueblo quiere caciques, caciques se les dará” aludiendo a que el seguimos siendo una ciudadanía parroquial (que dice sí a todo sin cuestionar y por acarreo) y clientelar (que solo va si le dan algo y a conveniencia), en vez de democrática (que analiza el proyecto, perfiles y exigen el cumplimiento de las promesas de campaña), de la cual difiero, hacer eso implica por un lado, la polarización ya sea al abstencionismo o rumbo a la oposición, y por el otro, que es más preocupante, que como dice Maquiavelo “quien con la fuerza llega, por la fuerza se va…” y en estos momentos el control económico, del uso de la fuerza y propiamente el social, no está del todo a favor del aparato del régimen en el gobierno. Ya saben de quienes hablo, y me temo que estamos cerca de un “colombiazo”.

¿Porqué no nos distanciamos de los ismos y vemos las cosas tal cual? El pueblo y más el mexicano, es un paisaje multicultural, multisectorial y que no puede propiciarse la “otredad”, ni maquillar las encuestas, porque está claro que el dinero, el agua y la seguridad como están no ha alcanzado a todas y todos. En realidad, se debía pensar en la reconstrucción conforme a las faltas y fortalezas, para restaurar la paz y llegar al segundo siglo de oro; y, por más que se busque inventar excusas, sin verdad, poca legitimidad se obtendrá. Se va llegar, pero ¿cómo se va gobernar? ¿tan débil para deberles a tantos y decidir poco?

Hay que cambiar la forma de hacer política, por eso, yo soy más seguidora, sin “ismos” de Roosevelt, que le preocupaba el buen gobernar con bienestar y respetando a los sectores, quien, en seguimiento a Wilson, decía que la crisis de la democracia estaba en que no se cumplía a los que votaron por uno, por eso debía haber eficacia y eficiencia. Por cierto, como anécdota, un día, después del crack del 29, se le acercaron representantes obreros para decirle que requerían un paquete de apoyos al presidente Roosevelt, a lo que él contestó: -entonces vayan a la calle y demanden, porque el Congreso es el que debe ceder-. No inventaba enemigos sino causas.

Los partidos políticos también deben cambiar, haciendo más tejido y menos recaudación en masa. Tan solo empezando por el tipo de encuentros, pensando que sus mítines no son para la clase trabajadora del país por los horarios y formas, por lo que solo generan descontento silencioso y ser secuestrados por los poderes fácticos; también los perfiles, pasando de los “amiguismos” a la representación eficaz, eficiente y de principios.

En lo que a mí consta, con el gusto de saber que las palabras son leídas y atendidas (no sé si entendidas), son bienvenid@s a las acciones por la dignidad nacional.

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