En el curso de las últimas décadas, Apple ha revolucionado la industria de la electrónica de consumo en varias ocasiones. No obstante, la iMac, el iPod o el iPad palidecen ante el iPhone, un invento que se ha convertido en el producto más vendido en la historia, con más de 1,000 millones de unidades desplazadas. No ha habido un fenómeno similar en la historia de la humanidad. Si Apple fuera un país, sería la economía número 45 del mundo y se ubicaría entre Finlandia y Portugal. Hoy, sus ventas representan el 0.5% del PIB de Estados Unidos, o el 0.15% del PIB global.
A pesar de haber desafiado las leyes del mercado año tras año, la compañía fundada por Steve Jobs y Steve Wozniak, reportó, en el trimestre que terminó el 30 de septiembre pasado, su primer declive en ingresos desde 2001. Dada la trascendencia de Apple en la escena global, la pregunta es inevitable: ¿Es éste sólo un bache o es el principio del fin?
Las ventas y, por tanto, los ingresos se han reducido un poco, pero no son un indicador de un cambio a largo plazo. Es cierto que no se han acelerado al ritmo de hace cinco o seis años, pero ha habido periodos entre grandes lanzamientos en los que la confianza en la compañía para ejecutar e innovar ha sido muy baja. En 2012 [el año posterior al lanzamiento del iPhone 4S], el precio de la acción cayó 40%. Imagina que habláramos de una startup: si algo así ocurriera, estaría acabada.
Las predicciones para el cuarto trimestre, basadas en la orientación de la compañía, indican que tocarán un nuevo máximo. No sorprendería que en enero, las ventas de Apple están alcanzando un nivel récord.
Lo realmente importante no es si Apple ha innovado (que es lo que la gente cree que importa), sino si en el futuro Apple pasará de un modelo de un iPhone a dos, 20 o 100 modelos, que es algo que Samsung hizo.