Ciertamente, una de las transformaciones tecnológicas más importantes de las últimas décadas es la transición hacia automóviles eléctricos. Este proceso renovador no solo promete situar en primer plano a la sustentabilidad energética y la preservación del medio ambiente, sino que también vislumbra grandes ganancias para las empresas automotrices, siempre que puedan resolver los retos económicos inherentes a la fabricación de estos vehículos.
No obstante, esta transición conlleva significativos retos, como la redefinición del rol del trabajador y la dependencia en China para obtener insumos cruciales para las baterías, el componente más valioso de un vehículo eléctrico. Asimismo, se replanteará el valor principal del auto, el enfoque se desplazará hacia los servicios y software incorporados en los vehículos. Estos últimos son elementos cruciales que impulsarán tecnologías emergentes como la autonomía vehicular, la cual, por sí sola, promete revolucionar el paradigma actual de la movilidad. De este modo, observaremos una revalorización de los autos, donde los sistemas inteligentes y los servicios vinculados tendrán un peso significativo en la apreciación y valorización del producto final.
Los trabajadores, empresas y gobiernos se ven, por ende, inmersos en una lucha por mantener su relevancia en la industria, asegurar el suministro de componentes y consolidarse como actores esenciales en el sector. Desde la perspectiva laboral, el reciente paro del sindicato United Auto Workers refleja el interés de este colectivo por sostener un rol preponderante en un futuro dominado por autos eléctricos, los cuales, al tener menos piezas móviles y surgir nuevos esquemas de fabricación como la construcción modular, “gigacasting”, y plataformas comunes necesitarán menos mano de obra.
Diversos gobiernos ya anticipan las transformaciones significativas que implicará la adopción masiva de automóviles eléctricos. Naciones fuertemente vinculadas a la industria automotriz, como Estados Unidos, Alemania y Japón, están poniendo en marcha medidas estratégicas para favorecer la manufactura y las cadenas de suministro relacionadas con estos vehículos. Por ejemplo, Estados Unidos ha implementado aranceles a productos chinos para proteger su industria, y ha promulgado leyes de incentivos, tales como el “Inflation Reduction Act” y la “Bipartisan Infrastructure Law”. Estas legislaciones asignan miles de millones de dólares para apuntalar tanto la industria nacional como la de sus países aliados. Paralelamente, la Unión Europea no solo investiga prácticas comerciales desleales (antidumping) por parte de los fabricantes de automóviles eléctricos chinos, sino que también ha establecido sus propios esquemas de incentivos para estimular el desarrollo del sector dentro de su territorio.
China, por su parte, lidera las cadenas de suministro de insumos esenciales para baterías y ha invertido durante décadas en el sector. Empresas como BYD están preparadas para competir directamente con Tesla en la fabricación y venta de automóviles eléctricos; desde el punto de vista de los Estados Unidos la inversión estratégica de China en tecnologías futuras pone en una posición vulnerable a los países occidentales.
Las principales automotrices globales aún están en la búsqueda de estrategias rentables para producir vehículos eléctricos. A excepción de Tesla y BYD, otras como GM, Ford y Stellantis siguen invirtiendo en su transición, intentando encontrar la “fórmula” perfecta, especialmente en tecnologías de baterías que les permitan mantenerse competitivas. Los aumentos salariales, producto de huelgas laborales, complican aún más este panorama, beneficiando a empresas sin sindicatos, como Tesla.
Proveedores de la industria también enfrentan desafíos, experimentando su propia transición en un sector vital para países como México. Grandes OEMs están planeando y adaptando sus modelos de negocio para la electrificación de vehículos, ya que su futuro depende de ello.
En 2008, Elon Musk tomó las riendas de Tesla con la promesa de crear una compañía enfocada en la sustentabilidad energética, donde los vehículos eléctricos serían atractivos, rápidos y espaciosos. Gracias a su trabajo, desde entonces, la percepción del automóvil eléctrico ha cambiado radicalmente, posicionándose como el estándar futuro. Aunque la industria ha avanzado significativamente, necesita progresar aún más para alcanzar el éxito. Preparémonos para este viaje.