
Mientras unos discuten la convergencia digital en el terreno real de las telecomunicaciones, la cancha está dispareja y sin árbitro. Este martes, durante el foro sobre la Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión, algunos ponentes se atrevieron a mencionar lo que muchos callan: las plataformas digitales hacen lo que quieren, sin reglas claras y con ventaja sobre la industria tradicional.
Diana Núñez Ronquillo, consejera de la CIRT, dijo que la regulación que ahoga a la televisión abierta y de paga no aplica a las plataformas de streaming, que desde hace 15 años se instalaron en México sin respetar franjas horarias ni lineamientos de lenguaje. Mientras las televisoras nacionales se tienen que cuidar hasta de los adjetivos, las plataformas digitales gozan de total impunidad regulatoria y fiscal.
Llevo años repitiendo que el mercado convergente está desequilibrado y que los gigantes digitales juegan con ventaja. Pero ahora el caos empieza a cobrarse facturas donde más duele, en el bolsillo del consumidor y en el corazón del aficionado deportivo.
Enrique Yamuni y Raymundo Fernández, directivos de Megacable, dijeron la semana pasada que los operadores de TV de paga ya no pueden sostener la programación deportiva sin castigar sus márgenes. Tienen que pagar derechos caros a proveedores que ahora se agrupan en múltiples plataformas digitales, fragmentando las transmisiones y desesperando a los usuarios.
Antes, con una sola suscripción se podía ver toda la jornada futbolera. Hoy, hay que contratar cinco servicios distintos para no perderse ni el resumen. Por eso los ratings de varias ligas están cayendo en México y los usuarios terminan confundidos, molestos o migrando a soluciones menos legales, pero más accesibles.
Un estudio de Toluna confirma que el 93% de los usuarios comparte su cuenta o la obtiene como parte de otro servicio. Es decir, pocos pagan el precio completo. Y no por codos, sino porque el ecosistema se ha vuelto insostenible para el consumidor promedio.
El 50% de los mexicanos ya consume contenido por streaming, especialmente los jóvenes de entre 18 y 34 años. Pero eso no significa fidelidad, sino saturación. Los usuarios saltan de plataforma en plataforma, comparten contraseñas, y evitan pagar lo que en conjunto podría costar más que una renta.
La televisión de paga intenta adaptarse como “empresas de entretenimiento multiplataforma” pero lo hacen en un entorno desigual, con una regulación laxa para los gigantes digitales y una camisa de fuerza para los de casa.
Ojo, se viene el Mundial y no todos podremos asistir al estadio. Pero tal vez ni siquiera podremos vivirlo desde el sillón sin pagar múltiples suscripciones o sin cruzar al mercado gris. ¿Dónde quedó el espectáculo que nos unía como país? Lo diluyeron entre apps, exclusivas y algoritmos.
El fútbol ya no es del pueblo, es del que pueda pagarlo… o piratearlo.