La industria azucarera en Veracruz

La industria azucarera en México es un pilar importante de la economía nacional, y Veracruz juega un papel fundamental en esto, ocupando el octavo lugar a nivel mundial en producción de azúcar. La zafra, el período de cosecha de caña de azúcar, se convierte en la principal fuente de ingresos y ocupación para muchas comunidades a lo largo del río Papaloapan. A una hora y media de Veracruz, Tlacotalpan se presenta como el umbral hacia numerosas rancherías agrícolas dedicadas a este cultivo.

El trayecto hacia Amititlán, cubierto de caña aplastada por camiones, está impregnado de un aroma dulce que acompaña los primeros momentos del día. En el poblado de Carlos A. Carrillo se encuentra uno de los ingenios azucareros más importantes de la región, el ingenio San Cristóbal, cuyas chimeneas emiten humo blanco entre una frondosa vegetación de palmeras y mangos. Este clima de actividad se manifiesta en la presencia de tractores arrastrando vagones de caña, formando un bullicioso tránsito de trabajadores y maquinaria.

Mientras que los avances tecnológicos han introducido maquinaria para la zafra, el machete sigue siendo la herramienta de preferencia. Un trabajador es capaz de recolectar hasta 9 toneladas de caña por día, un esfuerzo considerable que se apoya en la quema de cañaverales. Los jornaleros realizan esta quema para eliminar las hojas secas y facilitar el corte, una práctica que, a pesar de su aspecto controvertido, se considera beneficiosa para la calidad y velocidad del trabajo. La caña, una vez cortada, tiene la asombrosa capacidad de regenerarse, y aunque puede vivir 20 años, lo óptimo es renovarla cada cinco.

Durante los primeros seis meses del año, las comunidades dedicarán su tiempo, esfuerzo y recursos a la zafra, produciendo alrededor del 50% del azúcar nacional. El trabajo comienza antes del amanecer, con hombres que, a machetazos, abren camino por el campo quemado. La temperatura asciende y la humedad se adhiere a su piel mientras cantan y bromean, su ánimo se mantiene a pesar de las duras condiciones.

Por cada tonelada de caña cosechada, los trabajadores reciben entre 10 y 12 pesos, y como normalmente trabajan en equipo, las ganancias se distribuyen conforme al peso total recolectado. Existe una variedad notable de cañas en la región, incluyendo la P.O.J., conocida como “piojota”, que es resistente a plagas y condiciones climáticas adversas.

Con la producción lista, los trabajadores utilizan pangas, grandes plataformas metálicas que cruzan el Papaloapan, para transportar la caña a los ingenios. Aunque el uso de embarcaciones tradicionales fue común en el pasado, las pangas se han adaptado mejor a las fluctuaciones del río, que continuamente presenta riesgos de inundación. Estas embarcaciones, operadas por motores y cables, son vitales, facilitando el cruce no solo de mercancías, sino de personas y vehículos, integrando a la comunidad en esta vital actividad económica.

La persistencia del machete en la recolección de caña recuerda los métodos ancestrales de las grandes haciendas azucareras. La zafra no es solo un ciclo de trabajo, sino un componente esencial de la identidad cultural local. Cuando el humo del ingenio se disipa, los hombres de la caña retornan a su lugar junto al río Papaloapan, simbolizando el regreso a sus raíces y tradiciones.