En 2018, según el Comité para la Protección de los Periodistas, más de 250 periodistas fueron encarcelados y 53 fueron asesinados
Mire alrededor de la habitación, no importa donde esté. ¿Cuántas personas ve? Suponiendo que contó correctamente, todas los demás personas en la habitación tendrán el mismo número. Ese número es un hecho. Podemos compartirlo. Y podemos formarnos opiniones sobre la base de este número, como “este panel es un éxito” o “este restaurante era más popular el año pasado”.
Estas opiniones pueden diferir, pero los hechos no. A menos, por supuesto, que se encuentre entre el creciente número de gobiernos que restringen la libre expresión de los hechos que no les gustan o que declaran que todos tienen derecho a crear sus propios hechos. Por ese camino se llega rápidamente a la desaparición del periodismo responsable, y a la degradación de la libertad y la democracia. Es, lamentablemente, el camino que hemos tomado.
En 2018, según el Comité para la Protección de los Periodistas, más de 250 periodistas fueron encarcelados y 53 fueron asesinados. En muchos casos, los perpetradores no fueron perseguidos ni castigados. El presidente de los Estados Unidos llamó a los periodistas “el enemigo del pueblo” y popularizó el término “noticias falsas” para descartar gran parte de los informes basados en los hechos que no respaldaban su punto de vista.
En otros lugares, muchos países consideraron o promulgaron leyes que penalizan las llamadas “noticias falsas”, retomando el tema de los Estados Unidos. Periodistas han sido encarcelados en todo el mundo por el supuesto motivo de que eran terroristas o espías. Los hechos más obvios fueron simplemente negados.
Entre otras atrocidades, el periodista del Washington Post, Jamal Khashoggi, fue asesinado por un escuadrón de la muerte en el consulado saudí en Estambul, un hecho que el gobierno saudí inicialmente intentó negar contra todas las pruebas. A los reporteros de Reuters, Wa Lone y Kyaw Soe Oo, se les tendió una trampa, y fueron arrestados y encarcelados injustamente en Myanmar en un esfuerzo del gobierno por ocultar la brutal masacre de musulmanes rohingya por la policía y las fuerzas militares de Myanmar.
Reuters
Para empeorar las cosas, cuando los periodistas más necesitamos el apoyo del público para continuar con nuestro trabajo cada vez más peligroso, la confianza en lo que hacemos está disminuyendo. En los Estados Unidos, la Fundación Knight descubrió que el 69 % de los adultos dice que su confianza en los medios de comunicación ha disminuido en la última década, mientras que solo el 4 % dice que ha aumentado. A nivel mundial, en 2018, el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo encontró que la confianza era relativamente estable en un poco estimulante 44 %.
Los incesantes ataques políticos contra los periodistas no han ayudado a inspirar confianza, ni la difusión intencional de información errónea enmascarada como noticia por agentes anónimos de los gobiernos y grupos de odio.
Sin embargo, el valor del periodismo confiable y real nunca ha sido tan alto, su necesidad nunca tan imperiosa. En su esencia, el periodismo proporciona una categoría de información. Cuando es precisa, es inmensamente útil. La información precisa nos guía en las decisiones de inversión personales y profesionales. También nos ayuda a la hora de optar en las urnas; por ejemplo, qué políticas nos beneficiarán a nosotros, a nuestras familias, a nuestras naciones y al mundo, y qué candidatos servirán mejor a nuestras comunidades.
Si no conocemos los hechos sobre el comercio, la proliferación nuclear o el cambio climático, ¿cómo podemos comenzar a responder adecuadamente? Si no tenemos buena información sobre la enfermedad y la pobreza, ¿cómo podemos abordar estos problemas?
El periodismo es una de las maneras en que podemos aprender sobre estos temas y difundir ese aprendizaje en todo el mundo. El abogado estadounidense Louis Brandeis escribió en 1913:
“La publicidad es justamente recomendada como un medicamento contra las enfermedades sociales e industriales. Se dice que la luz del sol es el mejor desinfectante”. Lo esencial es que las personas pueden corregir los errores en la sociedad solo si saben acerca de ellos, y que los periodistas desempeñan un papel esencial al informar al público sobre actividades criticables.
Por supuesto que los periodistas no siempre actúan correctamente. Siendo personas, somos imperfectos. Y hay periodistas que realizan su trabajo con malas intenciones. Pero la mayoría de los reporteros que conozco, en docenas de países, en todos los continentes, comparten la opinión de Reuters de que el periodismo tiene un alto propósito público.
El periodismo proporciona transparencia a los mercados, responsabiliza a los gobiernos y las empresas, brinda a las personas herramientas para tomar decisiones bien informadas, descubre irregularidades, inspira reformas y cuenta historias verdaderas y notables que conmueven e inspiran.
Es nuestra responsabilidad en Davos afirmar que los hechos son importantes, y declarar nuestra certeza de que algunas noticias son verdaderas y otras no. Y debemos reafirmar el papel esencial de una prensa libre para empoderar a las personas, fortalecer las economías y fomentar la democracia en todo el mundo.