Los manifestantes fueron avanzando sobre Paseo de la Reforma. Y junto con ellos, el silencio. Acaso un murmullo, algunos gritos pero no de ellos, sino de quienes los alentaban. Los estudiantes hablaban, en todo caso, a través de sus mantas, sus pancartas, sus volantes.
Nota del editor: Desde el 23 de julio, Animal Político presenta materiales periodísticos para conocer los hechos, nombres y momentos clave del movimiento estudiantil del 68 que se vivió en México.
Ciudad de México, 13 de septiembre de 1968.- Alrededor de 300 mil estudiantes y profesores marcharon ayer por la tarde en absoluto silencio, con la boca cubierta, del Museo Nacional de Antropología al Zócalo, en una impactante demostración de la capacidad de organización y convocatoria del Consejo Nacional de Huelga (CNH), que quiso mostrar a la sociedad que los estudiantes no son un puñado de “revoltosos” que buscan generar inestabilidad en el país.
Aunque las expectativas de los organizadores no eran muy optimistas, la abrumadora asistencia desbordó los cálculos y mostró que el movimiento estudiantil conserva cohesión y fortaleza a pesar de los intentos del gobierno de desacreditarlo y de la continua dosis de represión e intimidación contra los estudiantes.
Luego del discurso pronunciado el pasado 1 de septiembre por el presidente Gustavo Díaz Ordaz en su IV Informe de Gobierno, cuando amenazó con que “no quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario; lo que sea nuestro deber hacer, lo haremos; hasta donde estemos obligados a llegar, llegaremos”, el temor de que el movimiento sea reprimido violentamente se ha extendido.
Dentro de la dirigencia estudiantil la advertencia no pasó de largo. La posibilidad de que la manifestación fuera reprimida con exceso de fuerza por parte de granaderos y militares estaba en la mente de todos, reconoció Luis González de Alba, representante de la Facultad de Filosofía y Letras ante el CNH. “La campaña desencadenada por el gobierno para impedir esta nueva expresión de descontento hacía prevenir un desastre”.[1]
Luego de las palabras presidenciales, calurosamente recibidas por senadores dispuestos a avalar el uso de la fuerza del Ejército, la Marina y la fuerza aérea para aplastar al movimiento “en defensa de la seguridad interna y externa de México, cuando fuera preciso”, la presencia de tanques y soldados en el Zócalo, en las calles y en los alrededores y sedes de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional ha sido un signo ominoso en los últimos días.
Bayonetas, transportes militares, verde olivo por toda la ciudad.
Dudas y temores previos a la marcha
Los días recientes fueron aún más complicados porque el ambiente ha sido de incertidumbre y se espera que se produzca un manotazo gubernamental de consecuencias desconocidas. Desde algunas oficinas de gobierno se diseñó una estrategia del miedo y se recurrió a propagar campañas de rumores.
González de Alba contó que a las casas de los habitantes del Distrito Federal han llegado volantes dirigidos a los padres de familia “para pedirles que impidieran a sus hijos la asistencia, pues, decían los anónimos, serían llevados a un enfrentamiento con el Ejército”.[2]
La campaña de desprestigio del movimiento cubre todos los flancos: volantes, radio, televisión, periódicos. Durante la primera mitad del mes, los participantes en mítines “relámpago” y los integrantes de brigadas han sido arrestados y las cárceles se han llenado de jóvenes.[3]
Por ello, en días recientes, aumentaron las advertencias de altos funcionarios y directores de facultades de la UNAM que simpatizan con el movimiento respecto a la creciente posibilidad de que el Ejército actúe contra los estudiantes.
Por ello, la preocupación ha crecido entre los integrantes del CNH.
En algunas escuelas se ha sopesado incluso la posibilidad de dar un paso atrás. “Se habló también de ‘retirada estratégica’”, recordó González de Alba. Muchas autoridades universitarias están “realmente preocupadas” e intentaron disuadir a los dirigentes de cada escuela de efectuar la manifestación de este viernes 13.
“La actitud de algunos maestros, quienes de buena fe estaban convencidos de que la represión era un hecho, propiciaba y extendía esta atmósfera de temor, aunque, admirablemente, se seguían sosteniendo en lo dicho: harían lo que decidiera el CNH, pero nos rogaban ser cautos”, relató con agradecimiento el representante de Filosofía y Letras.[4]
El gobierno federal ha utilizado a la inmensa mayoría de la prensa para intimidar a la población y para pintar a los estudiantes huelguistas como agitadores comunistas al servicio de intereses extranjeros. Son jóvenes interesados, han repetido, en sabotear la paz que se gozaba en México y en alterar las instituciones nacionales.
Un reporte elaborado por la Procuraduría General de la República muestra con claridad esa concepción: las aulas de CU y Zacatenco son “exposición permanente de lemas y letreros revolucionarios, nítidamente marxistas y maoístas. El aula Justo Sierra de la UNAM ha sido rebautizada como aula Che Guevara y otras ostentan nombres de líderes socialistas y guerrilleros: Ho-Chi-Min (sic), Camilo Torres y Mao-Tse-Tung, etcétera”.[5]
Las discusiones en las asambleas estudiantiles no han sido fáciles, pues había profundas diferencias sobre si realizar la marcha o no: “Los representantes que coincidíamos y éramos afines hicimos como cuatro juntas que duraron de 10 a 14 horas con las demás corrientes a fin de lograr un consenso; los ultras decían que nuestra propuesta era claudicante y derrotista y los escépticos argumentaban que efectuar un acto así era imposible dado el apasionamiento y frenesí en que nos encontrábamos. Finalmente el acuerdo se logró, más de 85 por ciento de las representaciones (de las escuelas y universidades representadas en el CNH) lo aprobamos”.[6]
Una vez aprobada la marcha, las brigadas de todas las escuelas se dedicaron a recorrer la ciudad para informar a los ciudadanos. Y como parte de ello, distribuyeron un volante en el que se leía:
Al pueblo
El Consejo Nacional de Huelga convoca a todos los obreros, campesinos, maestros, estudiantes y pueblo en general, a la Gran Marcha del Silencio en apoyo a los seis puntos de nuestro pliego petitorio:
- Libertad de todos los presos políticos.
- Derogación del artículo 145 del Código Penal Federal.
- Desaparición del Cuerpo de Granaderos.
- Destitución de los jefes policiacos Luis Cueto, Raúl Mendiolea y A. Frías.
- Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto.
- Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios de los hechos sangrientos. en la que exigiremos la solución inmediata y definitiva por parte del Poder Ejecutivo a nuestras demandas. Reiteramos que nuestro Movimiento es independiente de la celebración de los XIX Juegos Olímpicos y de las fiestas cívicas conmemorativas de nuestra Independencia, y que no es en absoluto intención de este Consejo obstruir su desarrollo en lo más mínimo. Reafirmamos, además, que toda negociación tendiente a resolver este conflicto debe ser pública. La marcha partirá a las 16 horas del día de hoy, viernes 13, del Museo Nacional de Antropología e Historia, para culminar con un gran Mitin en la Plaza de la Constitución. Ha llegado el día en que nuestro silencio será más elocuente que las palabras que ayer acallaron las bayonetas.[7]
Este día se llevó a cabo también la ceremonia oficial para recordar el aniversario de la batalla de Chapultepec de 1848. “Los jóvenes oradores de la ceremonia cívica central los pusieron [a los “Niños Héroes”] como ejemplo de virtudes patrióticas ante la juventud, exhortándola a deponer su rebeldía estéril y a unirse a la causa del progreso nacional”.[8]
Sí llegó la gente
Todavía hasta unas horas antes de la marcha, los organizadores estaban convencidos de que si su capacidad de convocatoria fallaba y la marcha no atraía a un número considerable de asistentes, se abriría entonces la puerta para una represión de mayor escala.
“La asistencia, cercana ya la hora de iniciarse el recorrido, era mucho más escasa que en otras ocasiones”, contó González de Alba. “Si no se reunía un contingente mayor, la represión era segura. Todos contábamos con nerviosismo los pequeños grupos que entraban al parque con cierta timidez al notar lo avanzado de la hora y la reducida concurrencia”.[9]
Cerca de la hora de partida, helicópteros del gobierno volaban al ras de las copas de los árboles. La tensión crecía. Al dar las cinco de la tarde, la marcha partió en absoluto silencio. La encabezaban los líderes del CNH. No había gran cantidad de asistentes.
Nervios. Temor. Aún estaba fresco el recuerdo de los tanques ligeros y soldados que a bayoneta calada desalojaron a más de 3 mil estudiantes del Zócalo y de la zona aledaña a Palacio Nacional la madrugada del 28 de agosto.
El panorama cambió en minutos y el miedo empezó a disiparse para dar paso a un escenario imponente y abrumador. “Apenas salidos del bosque, a unas cuadras de iniciado el recorrido, las columnas empezaron a engrosarse. Todo el Paseo de la Reforma, banquetas, camellones, monumentos y hasta árboles, estaba cubierto por una multitud que en 100 metros duplicaba el contingente inicial. Y de aquellas decenas y después cientos de miles sólo se oían los pasos. El silencio era más impresionante que la multitud”.[10]
La fuerza del silencio de cientos de miles de personas resultaba perturbadora.
Miles y miles de “gentes del pueblo” escoltaron a la columna de manifestantes. “Situadas en las aceras, formaron una enorme valla a lo largo de todo el recorrido de la marcha; con sus aplausos y expresivas muestras de simpatía alentaban a los trabajadores, estudiantes y padres de familia, que en compactas filas proclamaban el cumplimiento de la Constitución. La austera y responsable actitud de los estudiantes y profesores, la decisión de la lucha del pueblo se manifestó con la mano en alto haciendo la V de ¡Venceremos!”, describió el académico Ramón Ramírez.[11]
“Un silencio conmovedor”
Los manifestantes fueron avanzando sobre Paseo de la Reforma. Y junto con ellos, el silencio. Acaso un murmullo, algunos gritos pero no de ellos, sino de quienes los alentaban. Los estudiantes hablaban, en todo caso, a través de sus mantas, sus pancartas, sus volantes.
“Pueblo mexicano: puedes ver que no somos unos vándalos ni unos rebeldes sin causa, como se nos ha tachado con extraordinaria frecuencia. Puedes darte cuenta de nuestro silencio, un silencio impresionante, un silencio conmovedor, un silencio que expresa nuestro sentimiento y a la vez nuestra indignación”, decía un volante del CNH.[12]
Oleadas de manifestantes en silencio arribaron a la glorieta donde posa la estatua de la Diana Cazadora. Y ahí estaba el escritor Carlos Monsiváis, quien relató cómo en la avanzada, precediendo a las decenas de motocicletas, el toldo de un autobús del Instituto Politécnico Nacional servía de templete a los dirigentes estudiantiles. “De pie, como una estatua happening, como una reseña imparcial de la decisión del activista, un estudiante, haciendo con las dos manos la V de la victoria”.[13]
Ese estudiante era Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, líder de la Escuela de Agricultura de Chapingo y miembro del CNH.
La expectativa acerca del número de participantes en esta demostración silenciosa fue rebasada con mucho, pero no sólo la del Consejo Nacional de Huelga, sino la de las autoridades, que esperaban un número considerablemente menor.
González de Alba, quien marchó en la descubierta, dijo que “el gobierno había calculado una asistencia de 10 mil personas a la manifestación”; que el propio CNH calculó que, principalmente debido a la campaña de miedo lanzada por el gobierno federal, llegarían 150 mil. Pero “la asistencia fue de 300 mil personas: rebasó los cálculos más optimistas”.[14]
Y esa muchedumbre observó al pie de la letra el espíritu de la convocatoria. Quienes atestiguaron los hechos, como Monsiváis, describió: “El silencio es una estructura; el silencio articula el lenguaje de los manifestantes, de los preparatorianos arrancados del sueño de vivir en un país que se inicia en una rockola y termina en una discotheque; de los estudiantes del Politécnico conscientes ya de la falacia que les hacía ver la lucha de clases como la suma de fiestas fabulosas donde era inconcebible su presencia”.[15]
La larga fila de manifestantes comenzó a desplegarse sobre Reforma. Salían y salían contingentes. Miles y miles de pares de labios estaban clausurados. Significativamente, un par de trozos cruzados de cinta adhesiva cubrían cada boca cerrada. Para Monsiváis, eso acentuaba su silencio: “un clarísimo y violento afán simbólico los domina. El silencio existe como una llamada de atención: nuestra marcha es un discurso”.
Los líderes estudiantiles veían con asombro lo que ocurría. Otra vez el Paseo de la Reforma, la avenida Juárez, la calle Cinco de Mayo, la plancha del Zócalo. “La gente en todas las ventanas y balcones, en las banquetas, sobre las estatuas, en las ramas de los árboles. Ahora podíamos oír las exclamaciones, los gritos de ánimo, los aplausos. Otra vez el Zócalo lleno. Mantas, pancartas, grandes dibujos de Zapata y Villa, pero ninguno de Carranza o de Obregón”.[16]
“Podrán masacrarnos, pero nunca podrán doblegarnos”
La sensación de triunfo, así fuera temporal, era embriagadora, no dejaba ileso a nadie, como lo mostraron las declaraciones que en voz de González de Alba adquieren una dimensión particular: “ante la imposibilidad de hablar y gritar como en otras ocasiones; al oír por primera vez claramente los aplausos y voces de aliento de las gruesas vallas humanas que luego se unían a nuestro contingente, surgió el símbolo que pronto cubrió la ciudad y aun se coló a los actos públicos, la televisión, las ceremonias oficiales: la V de ¡Venceremos!”.[17]
La euforia llegó hasta el Zócalo, donde el último grupo de manifestantes entró pasadas las nueve de la noche. Tres oradores hicieron uso de la palabra. Uno de ellos, el último, fue Eduardo Valle Espinosa, El Búho, representante de la Escuela Nacional de Economía de la UNAM.
Trepado en el techo del camión, en medio de la plancha, Eduardo Valle leyó con pasión lo que lleva escrito en unas hojas, ya arrugadas, que sostenía con su mano izquierda. Dijo a la multitud: “Estamos viendo una luz negada por muchos años. Hay que cuidar que esta luz, deslumbrándonos, no nos ciegue. Porque si eso sucede perderemos el paso y ese momento será el instante que nuestro enemigo aproveche para volver a amordazarnos y a poner cadenas”.
Flanqueado por dos de sus compañeros, que sostenían un par de micrófonos para que el discurso del delegado de Economía se magnificara en el Zócalo, Valle continuó leyendo, mientras a su alrededor se oía apenas un leve murmullo.
“Pero algo no podrán lograr. Las vendas quemadas no serán colocadas en nuestros ojos de nueva cuenta. Porque algo importante hemos ganado. Hemos ganado la conciencia de la acción. Ahora discutimos cómo romper las cadenas, no si se pueden romper. Nadie piensa ahora que no importa estar atado. Hemos vivido libertad en las calles, hemos vivido democracia en miles de asambleas, de mítines y de manifestaciones.
“Y cuando se conoce lo dulce de la libertad, jamás se olvida. Y se lucha incansablemente por nunca dejarla de perseguir. Porque ella es la esencia del hombre, porque solamente el hombre se realiza plenamente cuando se es libre. Y en este movimiento miles hemos sido libres, verdaderamente libres (…). El orden, la disciplina y la combatividad han quedado visibles para todos. El silencio en que hemos marchado es nuestro fuerte grito de protesta. Este silencio es mucho más elocuente que las palabras violentadas ayer por las bayonetas”.[18]
Concluyó El Búho y su voz estremeció a los presentes. “Somos conscientes de que el poder gubernamental puede destruirnos usando sus tanques y sus soldados. Pueden masacrar a los estudiantes y al pueblo, pero nunca, nunca podrán doblegarnos, nunca podrán convencernos de que vivir amordazados y de rodillas es el camino de nuestro pueblo”.
Una imagen surreal cerró la jornada que había empezado sin palabras, obligada al silencio: miles y miles de antorchas hechas con papel periódico iluminaban, como luciérnagas, la oscuridad de la noche.
Referencias
[1] González de Alba, Luis, Los días y los años, Ed. Era, México, 1970, p. 117.
[2] González de Alba, op. cit., p. 118.
[3] Fernández, Óscar, “13 de septiembre de 1968: la ‘marcha silenciosa’ que calló al gobierno”. En www.laizquierdadiario.mx/13-de-septiembre-de-1968-la-marcha-silenciosa-que-callo-al-gobierno
[4] González de Alba, op. cit., p. 118.
[5] Libro blanco del 68, Procuraduría General de la República, citado en Gustavo Castillo, “El silencio, más elocuente que las bayonetas”, La Jornada, 13 de septiembre de 2008. En www.jornada.unam.mx/2008/09/13/index.php?section=politica&article=008n1pol
[6] Ortega Olivares, Mario, Octubre dos: historias del movimiento estudiantil, UAM-Xochimilco, México, 1998, citado en Óscar Fernández, “13 de septiembre de 1968. La marcha silenciosa que calló al gobierno”. En www.laizquierdadiario.mx/13-de-septiembre-de-1968-la-marcha-silenciosa-que-callo-al-gobierno
[7] Monsiváis, Carlos, “La manifestación del silencio”, Días de guardar, Ed. Era, México, 1970, pp. 258-275.
[8] Citado en Gustavo Castillo, op. cit.
[9] González de Alba, op. cit., p. 118.
[10] González de Alba, op. cit., p. 118.
[11] Ramírez, Ramón, El movimiento estudiantil de México, julio-diciembre 1968, Era, México, 1969.
[12] Monsiváis, op. cit., pp. 269-270.
[13] Ídem.
[14] González de Alba, op. cit., p. 120.
[15] Monsiváis, op. cit., p. 268.
[16] González de Alba, op. cit., p. 119.
[17] Ídem.
[18] Fragmento de El grito, documental dirigido por Leobardo López Arretche. En www.youtube.com/watch?v=C0PyCSXGwuU
Fuente: https://www.animalpolitico.com/2018/09/1968-marcha-silencio-estudiantes/