Ana Lozano hace una reflexión de lo que ha significado la Cuarta Transformación en estos seis años, tanto para la oposición como para quienes han simpatizado con el presidente AMLO.
Paliza que recibió la oposición. ¿Inesperada? Son tan arrogantes en su mayoría, que seguro se repitieron miles de veces esa gran mentira de “¡ganaremos!”… y se la creyeron. Aplaudieron eufóricos a su sueño pueril cuando Xóchitl y sus líderes salieron a decir que habían triunfado. Muchos recuperaron ese oxígeno perdido, el tono violáceo sexenal por fin dio salida a la frustración y fue desapareciendo de sus rostros. Tomaron aire en vano porque en tan solo en unas horas sus caras se contrajeron de nuevo tornándose ahora púrpuras porque el tsunami guinda había arrasado, llevándolos a la fuerza a ese puerto maldito llamado “Regeneración”, en el cual antes de entrar deben todos despojarse de los sueños de enriquecimiento y cínico saqueo por otros seis años.
“En tres meses entrego la banda presidencial. Podré irme y decir: ‘misión cumplida’”, dijo López Obrador. “Está garantizado el relevo con una mujer llena de convicciones, de experiencia; una mujer honesta. Por primera vez en la historia de nuestro país, habrá una presidenta de la república. Claudia garantiza que no va a haber retrocesos, que va va a continuar el desarrollo de nuestro país con progreso, justicia, crecimiento y bienestar. Que se pueda crear riqueza pero también distribuirla. Que no se concentre nada más en unas cuantas manos sino que se distribuya con justicia”, afirmó AMLO.
Pronto terminará su sexenio. Para millones de mexicanos estos años, estos casi dos mil días, estas 52 mil 560 horas pasaron como el agua; mismo tiempo que para la oposición ha sido una pesadilla que los llenó de odio y amargura, de frustración y desesperación; lástima por ellos porque su zozobra continuará…