Las campañas políticas en México han iniciado con una virulencia que sorprende, pero no de manera positiva. La contienda presidencial de 2024 ha dejado en evidencia una preocupante tendencia: la comunicación se ha vuelto más agresiva, centrándose en ataques personales y guerra sucia, relegando a un segundo plano las propuestas y las soluciones a los problemas que realmente importan al electorado.
En años recientes, las campañas políticas han evolucionado hacia estrategias más negativas. La actual carrera presidencial no es la excepción. Los partidos políticos parecen haber adoptado un enfoque belicoso como arma principal. La artillería pesada se lanza no contra los problemas de la nación, sino contra la reputación y la integridad de los oponentes. Este fenómeno, lamentablemente, ha enrarecido el ambiente político y social, envenenando la percepción de la ciudadanía sobre la política y sus actores.
Uno de los principales factores que han contribuido a esta transformación es la influencia de las redes sociales y los medios digitales. Plataformas como Twitter, Facebook e Instagram se han convertido en campos de batalla donde la información, o más bien la desinformación, se disemina a una velocidad vertiginosa. Los memes, videos editados y mensajes incendiarios se utilizan para atacar al adversario, buscando viralizar contenido negativo en lugar de construir un debate constructivo.
La guerra sucia no es un fenómeno nuevo en la política, pero su intensidad y frecuencia han aumentado significativamente. En la actualidad, parece que cualquier error, por mínimo que sea, es amplificado y utilizado como munición. La estrategia de desacreditar al rival se ha convertido en una norma, donde el objetivo principal es generar una percepción negativa que afecte su imagen pública y, consecuentemente, sus posibilidades electorales.
Esta táctica, sin embargo, tiene un alto costo. La ciudadanía se ve cada vez más desilusionada y desencantada con la política. El cinismo y la apatía crecen, ya que los votantes no perciben que los políticos estén realmente interesados en resolver los problemas que los afectan. En cambio, ven un espectáculo de acusaciones y contraacusaciones que desvirtúan el propósito fundamental de una campaña: presentar propuestas y proyectos viables para el futuro del país.
La falta de propuestas concretas y viables es otro de los problemas de estas campañas. Los partidos y candidatos parecen más interesados en ganar a toda costa, incluso si eso significa sacrificar la calidad y profundidad de sus plataformas políticas. Las soluciones a problemas cruciales como la inseguridad, la corrupción, la desigualdad y el desarrollo económico quedan relegadas a un segundo plano. En su lugar, se prioriza el discurso populista y las promesas vagas que buscan más generar emociones que soluciones efectivas.
En conclusión, las campañas políticas en México para la presidencia de 2024 están dominadas por una comunicación agresiva y centrada en ataques, relegando las propuestas reales. Esta estrategia tiene consecuencias negativas para la percepción pública de la política y para la cohesión social del país. Es crucial que los partidos y los votantes trabajen juntos para promover un discurso más constructivo y propositivo, que ponga el interés de la nación por encima de la lucha de poder.