En los próximos días concluye la madre de todas las batallas de Alphabet y su empresa originaria; Google. Ayer fue el último día para presentar los argumentos en su favor y desvirtuar las acusaciones del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, quien asegura que Google es un monopolio en los mercados de publicidad y de búsquedas.
Sin pronosticar ningún resultado, creo que para muchos resulta evidente que Google es un monopolio. No obstante, ¿realmente cuántas empresas micro y medianas, o emprendedores podríamos vivir sin este monopolio?
Para millones de personas el poderío que ha alcanzado esta empresa en ambos mercados representa una forma de subsistencia. Los anuncios que se pagan por aparecer en las búsquedas de dicha plataforma se han vuelto una forma de vida. Por ello, parece inverosímil que puedan desaparecer de un día para otro, pero la separación de ambos negocios es muy viable. Vender Chrome, abrir Google Search o deshacerse de Android sería una decisión muy complicada ¿cuál de tus dedos de la mano estarías dispuesto a que mutilarán?
El Departamento de Justicia de Estados Unidos, junto con una fila interminable de rivales y agencias regulatorias, parece inclinarse por la primera opción. Los acuerdos multimillonarios con empresas como Apple y Mozilla para ser el buscador predeterminado, un navegador web (Chrome) son la evidencia de una «preferencia interna» que prioriza sus productos en plataformas como Android o YouTube.
El juez Amit Mehta ya determinó que Google opera un monopolio en el mercado de búsquedas en línea. En su análisis de hace unos meses, el magistrado no solo señala la falta de competencia, sino también el impacto que esto tiene en el precio de la publicidad digital. Según el Departamento de Justicia, el control casi absoluto de Google sobre las búsquedas ha permitido un aumento de costos en los anuncios patrocinados, encareciendo la visibilidad para las empresas.
Si Chrome deja de ser propiedad de Google, la empresa perdería una de sus herramientas más efectivas para canalizar tráfico hacia su buscador. Sin embargo, esta propuesta plantea más preguntas que respuestas. ¿Cómo garantizar que el nuevo dueño de Chrome no sea igualmente dominante? ¿Qué pasa con los millones de usuarios que dependen de la integración entre Chrome y el resto de los servicios de Google?
Por eso, en medio de este torbellino legal, el usuario final puede convertirse en un daño colateral. Desde una perspectiva práctica, millones de personas confían en Google para sus actividades diarias. Si bien la competencia es deseable, los remedios propuestos podrían fragmentar un ecosistema que, por más controvertido que sea, funciona.
No obstante, este funcionamiento ha sido poco ético pues otras pequeñas y medianas empresas, así como los desarrolladores independientes, enfrentan dificultades para competir en un terreno dominado por Google. Epic Games es un ejemplo de ese agandalle.
Incluso si Google sobrevive a este asalto legal, el daño ya está hecho. Su reputación ha sido golpeada, y la presión para reformar sus prácticas comerciales es ineludible. Bajo una posible administración Trump, la narrativa podría cambiar. Aunque el próximo presidente de EU ha criticado a Google por supuestos sesgos políticos, su postura hacia las leyes antimonopolio es menos agresiva que la de Joe Biden. Incluso Trump consideró hace poco que se debe tener cuidado de que el ataque oficial contra la empresa no permita que China tenga su propio Google. ¡Qué buen dilema!
Pero, como ocurre con cualquier gigante que domina su mercado, Google puede ser simplemente una víctima de su propio éxito. Por un lado, su éxito depende de la integración y la facilidad de uso. Por otro, esta misma integración las convierte en objetivos para los reguladores.
Google podría resistir esta batalla, pero la guerra apenas comienza. Y mientras los tribunales deliberan, nosotros seguiremos haciendo clic en «Buscar» sin pensar en el precio real de lo que estamos haciendo en favor o en contra del monopolio.
La IA, promesas y desafíos
En un panorama global donde la tecnología define las reglas del juego, México está demostrando que puede ser un jugador clave. Con la Agenda Nacional de Inteligencia Artificial 2024-2030 recién lanzada, el país no solo adopta la innovación, sino que la convierte en un eje estratégico para transformar áreas críticas como salud, educación y seguridad pública. Es una apuesta ambiciosa, pero necesaria, que pone a México en el radar de la economía digital mundial.
La inteligencia artificial (IA) no es solo un tema de moda; es una herramienta que ya está moldeando la realidad mexicana. Más del 35% de las empresas del país han integrado soluciones basadas en IA, mostrando un crecimiento que va más allá del discurso. Como lo señaló Christiaan Goslinga, director ejecutivo de B-Drive IT, esta adopción no solo moderniza procesos, sino que también eleva la competitividad empresarial. En un mundo donde quedarse atrás no es opción, México está avanzando a paso firme.
Otro pilar de esta transformación es el código abierto, un modelo que ha encontrado en México un terreno fértil. Gracias a iniciativas lideradas por instituciones como la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria (CONAMER) y la Secretaría de la Función Pública (SFP), el software libre ha sido clave para digitalizar servicios públicos y reducir costos operativos. Según datos recientes, el 90% de las plataformas gubernamentales en 2022 se desarrollaron bajo estándares de código abierto, generando ahorros del 30% en costos informáticos. No solo se trata de números; se trata de accesibilidad, transparencia y una soberanía tecnológica que fortalece al país.
Claro, los desafíos persisten. La brecha digital sigue siendo un tema pendiente, especialmente en las áreas rurales, y la ciberseguridad demanda atención urgente. Pero en lugar de ser obstáculos insalvables, Goslinga de B-Drive IT, considera que estos retos representan oportunidades para la colaboración público-privada y la inversión en educación tecnológica.
México tiene la mesa puesta para posicionarse como líder regional en tecnologías emergentes. Con el compromiso adecuado y políticas de innovación abierta, el país no solo modernizará sus servicios, sino que también contribuirá al crecimiento de una economía digital inclusiva y sostenible. La tecnología ya no es el futuro; es el presente, y México debe aprovechar su momento.