Un barco tan cargado puede ser endeble a hundirse o a que, entre sus tripulantes, decidan tirar a varios por la borda, pero ese barco ahora que no se va todavía para altamar nuevamente, en el puerto, debe hacer ajustes a su infraestructura y a sus oficiales de puente, y para estos casos que hago metáfora, del timonel y poner un maestre.
Evidentemente el proceso nacional que tuvo la concentración de todos los medios y de los participantes en la arena, fue un desgaste un poco más -por la diversidad de factores- al que hubo en el proceso de sucesión de Lázaro Cárdenas, lo que dejó muchos saldos pendientes si se desea alcanzar la buena conducción al mediano y largo plazo, pero en la habilidad del liderazgo “Dirigiendo un barco ajustado” está que los mejores perfiles y la verdadera representatividad este en el lugar indicado y sostener la regla de oro: “El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie y el realista ajusta las velas”.
Uno de esos, es para desenredar los nudos que no dejan partir al barco de forma óptima, el primero, es interno, porque los tripulantes gastaron demasiados recursos personales tangibles e intangibles, también, fueron castigados con la expulsión en la toma de decisiones, siendo que ellos son nobles perfiles que creen en el proyecto y que en muchos casos más, representan la voz comunitaria, ¿a quiénes me refiero?, a los liderazgos sobre todo locales, quienes al interior, tiene evidencia y voz para manifestar injustas prácticas hacia su persona por ser demócratas y en muchos otros casos, por hacer bien las cosas y basarse en la premisa que son guardianes de acabar definitivamente la corrupción.
Como es toda una maraña de saber quién sí fue y quién no, debe hacerse una acción de reincorporación de las filas ahora que viene lo bueno, y donde el reto estará en lo local, para ello, lógicamente, aquellos que efectuaron acciones injustas o corruptas, se deberá tomar procedimientos consuetudinarios que opte por la reasignación de oficiales y del perdón; mientras que sobre la marcha la propia inercia electoral permitirá que se olvide lo anterior y sobretodo, con inteligencia, hacer que estén en las mejores posiciones porque un marinero que no corrió, defendió el barco con inteligencia y además hace bien sus funciones, vale un millón de aspirantes, he aquí la misma oportunidad ante la adversidad.
El otro nudo, más externo, es la visualización que tienen la población general que ante tanta incertidumbre y contradicciones (porque solo los de adentro le ven la lógica, pero no todos pueden ajustarse a los matices, menos aun los que no asistieron al ágora por falta de cupo o por falta de tiempo) ha provocado desánimo e indiferencia, un cáncer muy silencioso que propicia a dejar hacer las prácticas ilegales e individualistas, y bueno, ¿cómo sabrá la comida si el chef no tiene ánimo? ¿cómo defenderán el barco con orgullo ante piratas si no se sienten parte? ¿qué pasará el día que suceda lo inesperado?
Para sanar al pueblo, se debe mejorar los mecanismos de escucha con los diversos sectores, donde no lo pueda hacer cualquiera, sino aquellos que han vivido el proceso y no lo han dejado de practicar, destacando aquellos que creo, quedaron algo silenciados en un partido que busca ser globalizante: sociedad civil, defensores de derechos humanos, medioambientalistas, intelectuales y pensadores de nuevas generaciones, campesinos, trabajadores agrupados, deportistas, empresarios congruentes y clases medias metropolitanas.
Pero más allá de hacer firmas superfluas de unidad, en que, por lógica de inmediatez, pues se acercarán a los que ya estaban y no a los que valiendo lo mismo o más, no saben cómo aproximarse o no creen, debe constituirse mecanismos y roles permanentes de representatividad, por tanto, el sentido de ser partido político, debe transformarse (de adeveras) en que no sea únicamente institución recaudadora de votos electorales asistenciales, sino de causas y promotores de la democracia.
Es común escuchar de estos sectores que sigue sin formar parte: -si un político viera cómo sumarse para encontrar a mi familiar desaparecido, votaría yo y toda la comunidad por él; si una política fuera escuchar mi problemática y supiera que en la medida de lo posible busca resolver sabiendo que no hace milagros, votaría por ella; si un político de verdad fuera a abrir caminos de las ruinas en vez de tomarse una foto sosteniendo una pala al revés, votaría por él; si de una política viera que dejara de hacer tratos con quien nos oprime y atendiera a los que trabajan, todos votaríamos por ella”-. La fórmula es sencilla y del sentido común, que llega a ser, el menos común de los sentidos.
Por cierto, las verdaderas adversidades de nuestra nación, y no nos hagamos, es el fortalecimiento de los grupos enriquecidos por prácticas ilegales y los efectos del cambio climático, sumado, y sigo insistiendo, a la crisis multidimensional global en curso.
Cerrando, el liderazgo político debe traer consigo dos características:
La primera, es la empatía y el olfato para percibir las personalidades de los tripulantes, porque bajo mi propia experiencia, esos egos son la piedra que hace que en la marcha se canse uno más de lo necesario, al punto, de que, por un ego contra otro, se pierda el control del timonel del barco, a su vez, esos mismos egos son los que impiden la llegada de buenos elementos jóvenes. Por tanto, es necesario poner o imponer el consenso con equilibrio y perspicacia.
La segunda, es tener el ojo de elegir roles, donde la ambigüedad política es útil solo en que no exista más compromiso que con el proyecto, y no hay más elección que elegir que a los mejores oficiales por sus capacidades, representatividad y templanza, en pocas palabras, política que designe políticos, no grillos, gobernabilidad que opte por el profesionalismo pragmático, ¡ahh!, y que no se raje; con este último, también se habrá ahorrado un enorme tramo en la credibilidad de los representados hacia sus representantes.
Si hay salidas significativas de tripulantes debe asumirse que es por falta de habilidad el capitán, o a veces, muchas veces, de los oficiales.
Hoy se decide el rumbo del país, por ahí se están dando los últimos consejos, pero no siempre estará el gran estratega a quién hay que reconocer su habilidad, que, como buenos aprendices y compañeros, no está en la admiración si no en superarlo, la mejor herencia y honor que se puede hacer al maestro.
Personalmente, aunque todavía lo diré ente líneas a pesar de que quiere que ya sea explícita (también espero resolución), siempre me he inclinado por los valores trascendentes, con porciones de verdaderos retos, y fortalecimientos estructurales, no por nada, siempre estudiaré a Bismarck, y a los estadistas, pero sobre la marcha (en estos cinco años), comprendí, que es importante estar en la toma de decisiones y que de nada sirve estar en el cubículo observando y analizando de lo mal que se hace esto o aquello, y si sabemos lo que valemos ¿por qué no? ¿Manos y mentes se necesitan?
Soy de las que aprecian lo bien hecho, por eso elegí ese lado y por respeto a él y nosotros, denle el lugar que bien merece porque conoce el barco, hagan gran política y “El que es cauto marinero no se vende muy ligero”.
Si, ahí andaremos, construyendo, asegurando que podemos y veamos si esa puerta se abre, porque México le augura con los elementos indicados un buen destino y observo un escenario y roles que sería lo más adecuados para tener el mejor barco y navegue al puerto más próspero. Cabe añadir, para poder conducirme en el mejor lugar, porque ¿qué sería del profesor sin legitimidad en su voz?, es estar en el sitio para que las palabras lleguen con impacto y se consensue, además, que las agrupaciones laborales, civiles y democráticas sirvan al desarrollo nacional.
Los dilemas siguen ahí, pero como en las ciencias exactas, estos se resuelven con fórmulas en binomios o trinomios, y recordemos: “No hay buen viento para quien no tiene puerto”; y para el otro: “Quien tiene barcos, tiene amigos en todos lados”.
Su amiga, Prof. Dora Isabel González Ayala.