El PIB cayó 18.9% en el segundo trimestre. Para entender la magnitud de esta caída, basta decir que es más grande que la suma de las crisis del 1995 y 2009. Es enorme, pero ese no es el principal problema, sino la forma en que el presidente encara el problema. Andrés Manuel López Obrador cree que la tormenta pasó y que la recuperación vendrá rápido, como consecuencia de las políticas que está implementando. AMLO piensa que la austeridad es una buena medicina para una economía que está al fondo de un abismo y que bastarán el T-MEC y cuatro elefantes blancos para sacarla del hoyo. Sostiene, además, que es posible tener un desplome del PIB sin incrementar el número de personas en pobreza.
No está claro que en economía hayamos tocado fondo. En primer lugar, porque lo económico depende del éxito en el control del Covid. En México y en el mundo, mientras la pandemia siga viva, la economía no podrá recuperar la normalidad. El coronavirus es inclemente con el Turismo, la industria del espectáculo y miles de actividades que requieren contacto cara a cara. Es el zombie que acecha. En cualquier momento romperá la puerta e interrumpirá las actividades de producción y consumo, en fábricas y centros comerciales.
Más allá del factor Covid, el hecho es que la economía mexicana opera muy por debajo de su potencial. El bicho nos agarró con cuatro trimestres de no crecimiento. Es una Economía del 80%, parafraseando una portada reciente de The Economist. En palabras de Hilario Barcelata, están apagados los cuatro motores del crecimiento económico. El consumo interno, que se redujo 22.3% en abril; la inversión fija bruta, que cayó 37% en el mismo mes; el gasto público del Gobierno federal que bajó 2% en el primer semestre y las exportaciones netas que registran un descenso de 19.5% en el primer semestre.
La crisis no ha terminado. El PIB seguirá cayendo, aunque a una tasa menor a la observada en el primer semestre. Caer menos no significa recuperarse, mucho menos cuando hay caídas previstas de 8 a 10% para el tercer trimestre y de 4 a 6% para el cuatro trimestre. El nivel que tenía la economía a fines de 2019 no volverá sino hasta 2023 o 2024.
Hablar de recuperación ahora es faltar el respeto a la realidad de millones de personas que perdieron su trabajo o su negocio y no podrán recuperarlo pronto. Podremos hablar de recuperación, cuando la gran mayoría de ellos estén de regreso en actividades productivas. En la economía formal, son 1.1 millones de empleos perdidos y en la informalidad podemos multiplicar esta cifra por 3, por 5 o por 10…más o menos como pasa con las cifras de contagios y muertes.
No hemos tocado fondo porque tenemos miles de negocios en calidad de zombies. Están muertos, pero no han puesto punto final porque esperan un milagro, aunque en realidad necesitan dos: que la pandemia cese y que la economía reviva. El segundo semestre luce muy complicado, entre otras cosas, porque será el momento en el que muchos empresarios tomarán decisiones sobre el futuro de sus negocios y los empleos que dependen de ellos. No hay a la vista una política pública de apoyo o rescate de negocios. La banca está en alerta máxima. Viene un crecimiento de la cartera vencida. Hay temor que la crisis de liquidez se convierta en una de solvencia.
En economía, no se ha domado la crisis y lo peor no ha pasado. ¿Les suena conocido? Es inevitable trazar un paralelismo con lo que pasa en el combate a la pandemia. Hay un mensaje presidencial de optimismo que pretende ser alentador, pero que revela desconexión con la realidad y falta de empatía con los náufragos de este diluvio. La recuperación no está garantizada ni será posible sin una realineación de planetas. Esto implica cambios en algunas políticas públicas y una actitud de flexibilidad que la 4T no ha mostrado. A la crisis económica no se le derrota con un Detente… a la pandemia, tampoco.
Fuente: El Economista