Un estudio revela que las personas evitamos sentir empatía por el esfuerzo que requiere, incluso ante emociones positivas.
No somos empáticos, por vagos.
Parte del éxito de la civilización humana reside en la empatía, en la formación de una comunidad, en la cooperación. No obstante, es evidente que los humanos no mostramos empatía hacia todos nuestros congéneres, sino solo hacia aquellos a quienes amamos y, además, hacia aquellos con los que tenemos que convivir.
Pero, si la empatía en teoría es instinto de supervivencia, ¿por qué no somos más empáticos? ¿Por qué no hay donaciones masivas a la caridad, fratenidad a nivel mundial… y en cambio sigue existiendo la confrontación humana?
Intereses gubernamentales y económicos aparte, la humanidad, a veces, no es empática. Un estudio hecho público por la Asociación Estadounidense de Psicología ha llegado a una conclusión interesante acerca de por qué las que las personas no nos ponemos en el lugar del otro con más frecuencia.
La razón: requiere demasiado esfuerzo mental
«Mucha gente supone comúnmente que las personas reprimen los sentimientos de empatía porque podrían ser deprimentes o costosos, como hacer donaciones a organizaciones benéficas», explica el investigador principal, el doctor C. Daryl Cameron. «Pero descubrimos que la razón principal es que las personas no quieren hacer el esfuerzo mental de sentir empatía hacia los demás, incluso cuando se trata de emociones positivas».
El estudio, publicado en el Journal of Experimental Psychology incluyó 11 experimentos con más de 1.200 participantes.
Método
Los investigadores diseñaron una «tarea selectiva de empatía» para probar si los costes cognitivos o el esfuerzo mental podrían disuadir la empatía. Durante una serie de ensayos, los investigadores usaron dos mazos de tarjetas que mostraban fotos sombrías de niños refugiados.
Para un mazo, se les dijo a los participantes que describieran las características físicas de la persona de la tarjeta. Para la otra cubierta, se les dijo que trataran de sentir empatía por la persona en la foto y que pensaran en lo que esa persona estaba sintiendo. Cada participante podía elegir libremente de cada mazo en cada prueba.
En todos los experimentos, los participantes eligieron mostrar empatía solo un 35% de las veces, mostrando una fuerte preferencia por el mazo que no requería empatía.
En algunos experimentos adicionales, los investigadores utilizaron plataformas que mostraban imágenes de personas tristes o sonrientes. Cuando se les daba la opción de elegir entre las cubiertas, los participantes seleccionaban constantemente las cubiertas que no requerían empatía, incluso entre el grupo de fotos de personas felices.
«Observamos una fuerte preferencia por evitar la empatía incluso cuando alguien expresaba alegría», reconoce Cameron.
Para evitar sesgos, a nadie se le pidió que donara tiempo o dinero para ayudar a los niños refugiados o cualquier otra persona.