En el entramado del sindicalismo mexicano, el Sindicato Transformación Sindical ha salido a la luz como un ejemplo descarado de nepotismo y favoritismo familiar. Bajo el liderazgo de Eduardo Castillo, esta organización, que debería estar al servicio de los trabajadores, ha sido convertida en una empresa familiar que vela más por los intereses de los suyos que por los de la clase obrera.
La figura de la madre de Castillo, quien funge como tesorera del sindicato, es la muestra más clara de esta alarmante realidad. Su posición no solo garantiza el control absoluto sobre las finanzas del sindicato, sino que también permite mantener un férreo dominio sobre cualquier intento de fiscalización externa. Este movimiento estratégico no es más que un escudo para proteger y perpetuar los privilegios de la familia Castillo.
Pero la influencia familiar no se detiene ahí. Nueve de los miembros del comité directivo son familiares directos de Eduardo Castillo, conformando una red que abarca desde primos hasta cuñados. Este círculo cerrado no solo asegura la continuidad del poder en manos de la misma familia, sino que también socava cualquier intento de representación democrática y efectiva de los trabajadores.
Lejos de ser una organización que lucha por los derechos laborales, Transformación Sindical ha demostrado ser una estructura que utiliza la fachada de la defensa de los trabajadores para cubrir sus propios intereses y beneficios personales. Los trabajadores, quienes deberían encontrar en su sindicato un aliado en la lucha por mejores condiciones laborales, se enfrentan a una organización que ha traicionado sus principios y valores fundamentales.
Este caso de nepotismo desenfrenado no solo es un golpe a la integridad del sindicalismo, sino que también pone en duda la verdadera misión de Transformación Sindical. En lugar de ser un baluarte de justicia y equidad, se ha convertido en una plataforma para la acumulación de poder y riqueza en manos de una sola familia.