La experta Nelly Rosales muestra el panorama que depara a la cultura en nuestro país.
La industria cultural mexicana inició este año su recuperación de la pandemia del coronavirus, aunque tardará en alcanzar los niveles previos a la crisis, señaló en una entrevista Nelly Rosales, fundadora de Conexión Grupo y especializada en la materialización de proyectos creativos.
«Muchos pensaron que 2022 era el año de la recuperación, pero yo creo que apenas empezó a caminar. No vamos a llegar a los mismos números, definitivamente no, pero sí está mostrando (la industria cultural en México) una actividad bastante fuerte», consideró.
Rosales es la creadora de la colección editorial «Aislamiento, Testimonio y Perspectiva», cuya última entrega, «Líderes y visionarios. Perspectiva en industrias creativas y culturales» se presenta este jueves en Ciudad de México.
En él, algunas de las voces más relevantes del panorama cultural de América Latina, como los responsables de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, el Hay Festival, Zona Maco o el Festival de Cine de Morelia, plasman sus perspectivas ahora que la industria comienza a recuperarse.
Pese a las cuantiosas pérdidas económicas y la imposibilidad de realizar eventos presenciales, Rosales subrayó que la pandemia convirtió a la cultura en un antídoto.
«La creatividad fue una vacuna, una medicina, para estos tiempos», dijo. «(El sector) ha sido muy resiliente y se ha reinventado», añadió.
La escena cultural mexicana, continuó, se caracteriza por su diversidad y la emergencia constante de nuevos creadores, en la que las siete artes comparten espacio con expresiones propias de los pueblos originarios.
«Es una industria en la que el ADN de la creatividad está a flor de piel», concluyó.
Sin embargo, denunció Rosales, que el gobierno actual no apoya las iniciativas culturales, lo que generaría repercusiones negativas en la cultura.
«Esta administración ha bajado muchísimo su foco en la industria cultural, como en otras, y no se está teniendo la visión de cómo eso puede afectar en términos de educación y de rescate cultural», alertó.
En este contexto, esgrimió, la cultura ha pasado de suponer un 7,6 % del producto interno bruto (PIB) antes de la actual administración a rondar el 5 %.
«Ha habido una baja de dos puntos, lo cual es considerable, y se debe a la falta de inversión. El apoyo del sector público es la semilla para todo lo que suceda», indicó.
Un mercado de 400 millones de personas
Cerca de 400 millones de personas en Latinoamérica comparten el mismo idioma, el español, lo que hace que los creadores culturales de la región tengan ante sí un inmenso mercado.
«Hay unidad, hermandad e interacción. Es una conversación interesante, pero falta la consolidación para unificarnos», advirtió. «Se debería aprovechar más», consideró.
Aunque expuso a las grandes ferias como uno de los catalizadores de esa conectividad, aseguró que son las grandes multinacionales que rigen la industria las que tienen la capacidad para tender puentes entre los distintos países.
El futuro será tecnológico
Una vez dejada atrás la crisis del coronavirus, la industria cultural deberá centrarse en adaptarse a las tecnologías emergentes, algo que será indispensable para su supervivencia.
«Vivimos en tiempos volátiles, inciertos y cambiantes. Hay que adaptarse (a los avances tecnológicos) y la industria cultural no puede ni debe ser la excepción», aseveró.
La redes sociales, continuó, deben aprovecharse para la promoción de las obras, puenteando a las compañías de publicidad que otrora tenían el control; la inteligencia artificial, abordada desde la ética.
La tecnología y las redes, sin embargo, han traído consigo nuevas formas de consumo que demandan contenido corto, sencillo y que no requiera un gran esfuerzo intelectual.
«Debemos salvaguardar y proteger la autenticidad de la obra. El gran desafío de la tecnología es conservar la esencia humana», consideró Rosales.
En ese ecosistema, eminentemente tecnológico y dominado por los «youtubers» e «influencers», la cultura tiene un importante papel a la hora de contar el mundo, sentenció.
«Y por eso hay que hacer este tipo de documentos que quedan para la memoria histórica. El humano es curioso por naturaleza y hay que tocar esa curiosidad», finalizó.
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