La reforma al Poder Judicial, un ejemplo a seguir

No es el capricho de un hombre. No es la imposición transexenal de la voluntad personal de un dictador. Tampoco significa el “fin de la democracia” en México y menos todavía la “muerte” de jueces, magistrados y ministros.

Mienten quienes esto sostienen. Les mueve, a mi juicio, la rabia o el resentimiento por su derrota en las urnas o la caída en picada de su credibilidad, el interés económico o su ideología conservadora.

La reforma del Poder Judicial, a contrapelo de lo que ellas y ellos afirman, es el resultado de la voluntad popular expresada de manera consciente, libre, limpia y contundentemente en las últimas elecciones.

Es, además, la reiteración de la voluntad democrática radical de un movimiento revolucionario, el de la cuarta transformación, que precisamente por jugarse la vida en las urnas, por ser pacífico y por producirse en libertad es único en la historia.

Poner en manos del pueblo, que en todos los órdenes de la vida democrática ha de ser el soberano, la elección de las personas juzgadoras pone —junto con la revocación de mandato— a nuestro país a la vanguardia de las democracias en el mundo.

Atrás quedó el tiempo de las decisiones autoritarias, de los manotazos presidenciales para imponer la voluntad del Poder Ejecutivo —que estaba, a su vez, supeditado al poder económico— a los otros poderes del Estado.

Atrás han de quedar el nepotismo y la corrupción que infectan al Poder Judicial. Siervas y siervos han de ser del pueblo, y no como lo son ahora de oligarcas y criminales, las y los jueces, magistrados y ministros.

No serán más las cúpulas de los partidos políticos las que definan quién y cómo habrá de impartir justicia.

Dejarán los fallos y sentencias del Poder Judicial de ser mercancía o instrumentos de presión política y podrán entonces construirse la paz y la prosperidad compartida.

Seguridad y certeza debe generar en el mundo —especialmente en Estados Unidos— que en un país como México, donde la democracia fue tan solo la coartada de un régimen autoritario y corrupto, hoy finalmente el poder resida en el pueblo.

Orgullo debemos sentir las y los mexicanos de haber tenido la valentía de desterrar a punta de votos al autoritarismo y hacer valer plenamente nuestro derecho para reformar y sanear, democráticamente, al Poder Judicial.

Fuente: Milenio

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