Muchas de las personas que laboran en la informalidad están en dicha condición porque quienes les emplean no cumplen con su obligación de inscribirles a un sistema de seguridad social. Gran parte de quienes trabajan en estos sectores son mujeres.

Los ingresos de las personas trabajadoras del hogar, trabajadoras a domicilio, vendedoras ambulantes y recicladoras “todavía están muy por debajo de los niveles previos a la pandemia” en varias ciudades del mundo, incluyendo la capital de nuestro país. Según un estudio de la organización Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO, por sus siglas en inglés), estos grupos perciben el 64% de los ingresos registrados antes de la pandemia.

El reporte Covid-19 y trabajo informal en 11 ciudades: Vías de recuperación en medio de una crisis continua, señala que en la Ciudad de México las trabajadoras de dichos sectores podían emplearse cuatro días a la semana, en promedio, antes de la emergencia sanitaria, ahora el promedio es de tres días a la semana.

“La mayoría de las encuestadas no ha recuperado completamente su capacidad para trabajar”. Estas actividades económicas se caracterizan por estar en la informalidad y quienes las realizan viven al día, por lo que no realizar una jornada implica no ganar dinero.

Además, si están en condiciones de informalidad es porque quienes les emplean evaden su responsabilidad de afiliarles a la seguridad social, pero también porque los esquemas de aseguramiento para personas trabajadoras independientes es apenas un programa piloto.

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Las investigadoras de WIEGO realizaron el estudio en 11 ciudades a nivel global: Ciudad de México; Accra, Ghana; Ahmedabad, Delhi y Tiruppur, en la India; Bangkok, Tailandia; Dakar, Senegal; Durban, Sudáfrica; Lima, Perú; Pleven, Bulgaria, y Nueva York, Estados Unidos.

Las restricciones gubernamentales fueron las principales barreras para las trabajadoras del hogar, las trabajadoras a domicilio, las vendedoras ambulantes y recicladoras (que en la Ciudad de México se les llama prepepenadoras). Las interrupciones en los mercados y las cadenas de suministro fue, y sigue siendo en algunos sectores, el segundo problema más importante.

Aunque para las trabajadoras del hogar, más que las restricciones gubernamentales, el factor más importante desde el comienzo de la pandemia, “fue la actitud y las prácticas de contratación de sus empleadores, en lugar de las restricciones gubernamentales”. Y para las recicladoras, “hasta cierto punto, los problemas de salud” les impidieron seguir trabajando o hacer las jornadas que antes hacían.

Trabajo hogar, uno de los sectores afectados

Las trabajadoras del hogar registraron la segunda mayor tasa de subocupación entre 2020 y mediados de 2021. En promedio, en las 11 ciudades estudiadas, después de ese periodo recuperaron el 91% de lo que ganaban antes de la pandemia. Pero la variación es amplia, pues en Pleven ya recuperaron por completo sus ingresos, mientras que en Delhi “sólo ganan el 10% de sus ingresos anteriores”.

En México, para el segundo trimestre de 2022 todavía más de 150,000 trabajadoras del hogar no lograban ser recontratadas, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

En las 11 ciudades, los ingresos y la recuperación de los ingresos de las trabajadoras del hogar de planta “fueron mucho más altos” que los de las trabajadoras de entrada por salida. A mediados de 2021, recuperaron el 88% de sus ganancias.

En abril de 2020, el 73% de las trabajadoras del hogar internas seguía laborando frente al 32% de las externas. A finales de 2021 el 92% de las empleadas de planta había vuelto a su empleo y a recibir ingresos, mientras que el 82% de las trabajadoras ya estaban trabajando en esas 11 ciudades.

Las trabajadoras del hogar en la Ciudad de México, Bangkok y Lima señalaron que la falta de disponibilidad de transporte público y el miedo a contraer el virus mientras lo usaban eran sus principales preocupaciones. Además, señalaron gastos en equipos de protección personal y pruebas de covid-19, que les pedían sus empleadores.

Subcontratación y precarización laboral

Las trabajadoras a domicilio han sido las más afectadas, a mediados de 2021 ganaban sólo el 2% de lo que recibían antes de la pandemia. Algunas de las actividades que comprende este sector son la costura de prendas, empaque o armado de diversos productos o fabricación de artículos parecidos a las artesanías.

Según el informe de WIEGO, las trabajadoras subcontratadas han tenido un mayor impacto, pues “dependen de pedidos pagados a destajo” y ante el cierre de fábricas y la reducción de la producción y la demanda tanto a nivel mundial como nacional, no hubo producción para que pudieran laborar y ganar dinero.

La gravedad del impacto “demuestra que los beneficios económicos percibidos de ‘trabajar desde casa’ durante la crisis no se aplicaron a las y los trabajadores en la parte inferior de la cadena de suministro”.

Se trata, además, de un sector “predominantemente femenino”, pues a nivel mundial las mujeres representan el 57% de quienes laboran en esta modalidad. Sin embargo, porco se ha hablado del desempleo femenino en esta actividad.

Otro grupo especialmente afectado ha sido el de las vendedoras ambulantes, pues, aunque nueve de cada 10 ya volvieron a trabajar, han recuperado apenas el 60% de lo que ganaban antes de la pandemia. Además, más de una cuarta parte reportó acoso por parte de las fuerzas del orden. “Las autoridades locales de Lima y Ciudad de México etiquetaron los mercados públicos como ‘centros de infección’”.

Sólo en Accra, Ahmedabad, Bangkok, Delhi, Durban y Nueva York, el trabajo de las y los vendedores de alimentos fue reconocido como esencial, pero esto no se tradujo precisamente en facilidades para laborar en los primeros períodos restrictivos.

En cuanto a las personas que laboran recogiendo basura y seleccionándola, han recuperado el 78% de sus ingresos anteriores a la covid-19. El reporte también señala que el 92% de los hombres ya gana lo mismo que antes de la pandemia, en comparación con el 67% de las mujeres.

La pérdida de sus ingresos se debe al cierre de los espacios de recolección y clasificación y a las fluctuaciones en los precios de venta. Desde la pandemia, las personas que se dedican a esta actividad notaron “una mayor competencia y/o barreras físicas para la obtención de residuos”.

Fuente: El Economista

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