En promedio, cada ciudadano estadounidense tira a la basura más de 31 kilogramos de ropa y otros textiles anualmente. Foto: Pixabay.
Mae West, la estrella de Hollywood e ícono de estilo, dijo alguna vez: «Demasiado de algo bueno puede ser maravilloso».
Vista de manera casual, pensarías que esta frase podría describir con exactitud la industria de la moda. La disponibilidad de una interminable oferta de prendas de bajo costo ha detonado un torbellino de color y belleza, lo que le da a la gente la oportunidad de expresarse a sí mismos, inclusive si tienen un presupuesto limitado, y estampar su identidad en el mundo.
Pero la oscura verdad sobre el negocio de la moda es que demasiado de algo bueno produce una destrucción ambiental y desgracia humana en una escala sin paralelos.
Y hay que dejarlo en claro: no hay nada hermoso cuando miras un río contaminado por tintes tóxicos o un obrero textil sobrevivir con una miseria por soportar condiciones laborales peligrosas en talleres ínfimos.
El carrusel expedito de nuevas líneas de vestidos que la industria escupe a ritmos mareadores fomenta una adicción a las prendas y una noción de que es necesario estar en la mera punta de la moda. Como resultado de ello, gente por todo el mundo colectivamente suma más de 80 mil millones de piezas de vestimenta y esos artículos cada vez son más vistos como desechables.
Necesitamos desacelerar y generar consciencia de los impactos negativos de nuestras acciones. Eso no significa que tengamos que quitar lo divertido al comprar ropa. Sólo significa ser menos impulsivos en nuestros hábitos de compra y pensarlo dos veces antes de pagar 4.99 dólares por otro top barato para sumarlo a nuestros ya dilapidados closets.
Para ayudar en este proceso, The Huffington Post lanza la segunda etapa de nuestra campaña «Reclaim», la cual busca examinar y luchar contra la crisis global del agua. En los dos meses pasados nos hemos enfocado en el desperdicio de alimentos, con más de 180 artículos y más de 20 videos. Ahora, nos enfocaremos en la moda.
Los hechos hablan por sí mismos. Se considera que la moda es una de las industrias más contaminantes del mundo y que las mil 135 personas que murieron en 2013 en el colapso del edificio de la Plaza Rana en Bangladesh, son un recuerdo constante de las terribles condiciones que sufren los millones de obreros textiles a nivel global.
Imagen: Equipos de rescate auxilian a obreros textiles que quedaron atrapados en los restos del edificio de Plaza Rana luego de su colapso en abril de 2013.
En 2013, nada más los estadounidenses produjeron 15.1 millones de toneladas de desperdicios textiles y casi 85% fue a parar en vertederos de basura, de acuerdo con la Agencia para la Protección del Medioambiente de EU (EPA).
En promedio, cada ciudadano estadounidense tira a la basura más de 31 kilogramos de ropa y otros textiles anualmente, lo que equivale a unas 200 camisetas masculinas.
Esta dimensión de desperdicios no es una gran sorpresa si uno considera que los minoristas en estos días tienden a enfocarse más en el precio que en la calidad, lo que significa que muchas prendas apenas sobrevivirán unas cuantas lavadas. Y, más que esto, el constante cambio de estilos conduce a fuertes descuentos, en tanto que los minoristas tienen que deshacerse de sus inventarios para hacer espacio para las nuevas temporadas.
Estas prendas que no salieron a menudo terminan en mercados baratos en países en desarrollo. Esta creciente montaña de prendas llevó a cinco países de África del Este a principios de año a anunciar que están evaluando prohibir la importación de ropa de segunda mano, puesto que sus industrias textiles locales no tienen forma de competir.
Si bien la dimensión de los problemas de la industria es enorme, la buena noticia es que hay muchas soluciones disponibles y muchas más que están en progreso.
Vemos un inmenso volumen de innovaciones, que va desde el desarrollo de materiales menos tóxicos a nuevas tecnologías que pueden transformar viejas ropas en nuevas prendas, de manera parecida al reciclaje de papel.
La organización ambiental Greenpeace, desarrolla una campaña para que la industria textil erradique los químicos tóxicos y hay una creciente presión para conseguir que los confeccionistas de ropa obtengan salarios dignos para mantenerse a ellos mismos y a sus familias.
También hay un nuevo movimiento, que apoyan organizaciones como Fashion Revolution, que procura buscar alternativas en la compra de ropa nueva. Estas medidas van desde buscar en tiendas de reuso, al intercambio de ropa con los amigos o compañeros de trabajo, a rentar prendas para una ocasión especial.
Aunque los gigantes del mercado minorista parecen poco capaces de terminar con el sistema de la moda rápida que han creado, algunos de ellos realizan acciones para conseguir que sus productos sean más sustentables. Casi tres cuartas partes del calzado deportivo de Nike contiene ahora materiales de desperdicio de sus propios procesos de manufactura. H&M invierte en nuevas tecnologías de reciclaje y ofrecen puntos de recolección en sus tiendas donde los clientes pueden depositar prendas viejas.
Pero se necesita hacer mucho más. Más que nada, las grandes empresas de la moda necesitan ser más transparentes en el impacto ambiental y social de los productos que venden. No es de extrañar que los clientes continúen comprándo al máximo si no sienten alguna conexión entre lo que adquieren y los impactos sociales y ambientales, los cuales son más desproporcionados en los países en desarrollo, donde las reglas locales tienden a ser muy laxas y en donde casi no se enfoca la atención del público.
Incluso si una pieza de ropa se hace de algodón orgánico, el cliente no tiene idea de si la fábrica que la produjo trata a sus empleados de forma justa o si los tintes que se utilizaron contaminan los ríos locales.
Pero así como la industria de la moda tiene una clara responsabilidad para actuar, igual de importante es que cada uno de nosotros sea más responsable del volumen de ropa que compramos. Eso significa que debamos de tomar un momento para respirar cada vez que nos tienten las últimas novedades de la moda, o que nos tiente una nueva oferta. Entonces simplemente tendremos que preguntarnos: ¿realmente necesito esto? ¿Me hará más feliz y conseguirá que el mundo sea más o menos hermoso?
Este artículo originalmente se publicó en The Huffington Post.
Fuente:
http://www.dineroenimagen.com/2016-09-09/77690
Publicado por:
Joaquín